
El Callejón del Agua y la Sombra de Bécquer
Sevilla es una ciudad de sol, de naranjos y de vida. Pero cuando cae la noche sobre el Callejón del Agua, algo cambia. Las sombras se alargan. Las paredes parecen susurrar. Y algunos dicen que han visto pasear por allí a un hombre delgado, de rostro melancólico, con aire de otro siglo. No habla. No mira. Solo escribe en su cuaderno invisible.
Dicen que es Bécquer.
Sí, Gustavo Adolfo Bécquer, el poeta romántico sevillano por excelencia, paseaba por este mismo callejón en el siglo XIX, buscando inspiración entre los rumores del agua que corría junto al muro de los Reales Alcázares. El sonido constante, hipnótico, le ayudaba a componer esas leyendas llenas de fantasmas, amores imposibles y apariciones etéreas.

Fue aquí donde muchos creen que nació la semilla de “El Miserere”, o que al menos le susurraron las primeras líneas de “El Monte de las Ánimas”. Él escribía sobre almas errantes… y hoy, irónicamente, la suya es una de ellas.
Vecinos y visitantes aseguran haber sentido su presencia. Algunos han visto a un hombre con levita, caminando sin hacer ruido. Otros han oído una voz baja, casi recitando versos. Nadie lo ha podido seguir. Se desvanece al final del callejón, justo antes de llegar a la plaza de Alfaro, donde la reja de Doña Elvira parece cerrarse sola.
¿Sugestión? ¿Literatura viva? ¿Turismo gótico de andar por casa? Quizás todo a la vez. Pero lo cierto es que pasear por el Callejón del Agua después de medianoche es una invitación a lo inexplicable. Y si oyes una voz que murmura:
"Volverán las oscuras golondrinas…",
—mejor no respondas.
Podría ser él. O podrías estar recitando solo.
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