El error esculpido en el Palacio de San Telmo

El misterio de la cabeza caída

En Sevilla, hasta las esculturas tienen secretos. Y en el Palacio de San Telmo, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, un error histórico se ha quedado literalmente tallado en piedra. O al menos lo estuvo, hasta que una cabeza decidió caerse y revelar una historia olvidada que conecta a reyes franceses, escultores barrocos y una confusión que duró siglos.

Todo comenzó cuando los duques de Montpensier, Antonio de Orleans y María Luisa Fernanda de Borbón (hermana de Isabel II), decidieron instalarse en Sevilla en 1849 y convertir el antiguo edificio de la Escuela de Mareantes en su residencia: el ahora Palacio de San Telmo. Trajeron con ellos una corte elegante, un sueño palaciego y, como no podía ser de otra forma, una buena dosis de arte.

Para embellecer el palacio, encargaron al escultor Antonio Susillo un conjunto de doce figuras dedicadas a los grandes personajes de la historia sevillana. Entre ellos, una figura destacaba por su presencia serena y solemne: Juan Martínez Montañés, maestro escultor del Siglo de Oro. Pero lo que realmente llamaba la atención era lo que sostenía en sus manos: una representación del rostro del Cristo del Gran Poder.

Y aquí empieza el embrollo.

El Gran Poder que no era suyo

Durante el siglo XIX, la autoría de muchas obras religiosas no estaba del todo clara. Se atribuían, por costumbre o prestigio, a los grandes nombres del barroco sevillano. En este caso, se creía que la imagen del Gran Poder era obra de Martínez Montañés. Por eso, cuando Susillo esculpe su figura, lo representa con esa imagen en las manos, como muestra de su legado.

Pero resulta que el Gran Poder no fue obra suya. Fue obra de su discípulo, Juan de Mesa y Velasco. La confusión se mantuvo durante siglos hasta que, en 1920, el investigador Heliodoro Sancho Corbacho encontró en los archivos notariales de Sevilla un documento que lo dejaba claro: el encargo fue realizado directamente a Juan de Mesa por la Hermandad del Traspaso.

Así que sí, el gran maestro Montañés sostiene, por error, la obra más emblemática de su alumno. Una equivocación elegante, casi poética, que nos recuerda que hasta el arte tiene sus lapsus.

Una caída con mensaje

En julio de 2024, la escultura de Montañés perdió su cabeza. Literalmente. El deterioro y el paso del tiempo hicieron que la figura que sostenía el rostro del Gran Poder se desplomara, provocando tanto alarma como reflexión. ¿Fue una casualidad? ¿Una llamada de atención del patrimonio sevillano? O quizás, simplemente, el momento perfecto para revisar esta historia olvidada.

El suceso sirvió para arrojar luz sobre la identidad del autor del Gran Poder y sobre el valor de las fuentes documentales frente a las tradiciones orales. Y también, por qué no decirlo, para recordarnos que Sevilla está llena de relatos enterrados en sus piedras, esperando una grieta o una caída para salir a la luz.

San Telmo: entre navegantes y nobles

El Palacio de San Telmo no siempre fue un centro de poder institucional. Su origen se remonta al siglo XVII, cuando fue sede de la Universidad de Mareantes, una escuela de formación para los navegantes que surcaban el Atlántico en tiempos de las flotas de Indias. De hecho, el edificio alberga a la Virgen del Buen Aire, advocación mariana que daría nombre a la ciudad de Buenos Aires en Argentina.

Aún hoy, entre sus esculturas churriguerescas y fachadas barrocas, se pueden ver representaciones de las antiguas asignaturas que allí se enseñaban: Aritmética, Geografía, Astronomía... y a San Telmo, patrón de los navegantes, vigilando desde las alturas.

Una ciudad que se esculpe con errores

Que Montañés aparezca sosteniendo una imagen que nunca esculpió es, en cierto modo, el reflejo perfecto de Sevilla: una ciudad que mezcla historia y leyenda, rigor y folklore, verdad y teatralidad. Y si para descubrirlo tiene que caerse una cabeza, bienvenida sea la caída.

Porque en Sevilla, hasta los errores tienen duende.


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