El Golpe del Oro de la Giralda
Basado en hechos que nadie ha podido confirmar. Pero tampoco desmentir.
Lo llamaron “La Hermandad del Sablazo”. No por devoción, sino por costumbre.
Eran cinco: Capataz, Triana, Chirigota, Don Caracol y El Padrino. Todos de Sevilla Este menos uno que decía ser de San Julián pero hablaba como si hubiera nacido en un ascensor.
El plan era tan sevillano como absurdo: subir disfrazados de nazarenos por la Giralda durante la Madrugá y robar un supuesto alijo de oro escondido allí por los Reyes Católicos. Sí, esos mismos. Isabel y Fernando, los del testamento raro y las joyas misteriosas. Según un códice apócrifo que encontraron en un mercadillo de libros robados en la calle Feria, en una hornacina oculta en la torre se guardaba el oro de la campaña de Granada.
Primera complicación: Triana tenía vértigo. Le dijeron que subir por la Giralda era como dar vueltas en una rampa suave. “¿Con 400 escalones y vistas al vacío?”, respondió antes de hiperventilar en una panadería.
Segunda complicación: Don Caracol, el experto en orientación, confundió la brújula con la tapa de caracoles que llevaba en el bolsillo. Lo peor: se comió los caracoles. Enteros. Con palillo y todo.
La noche del atraco se vistieron como cualquier hermandad: túnicas negras, cirios huecos con linternas dentro y esa actitud seria de los que no saben si van en procesión o al atraco de su vida.
Subieron. A medio camino, Chirigota se quedó enganchado con la túnica en una almena y juró en arameo (casualmente, era sobrino de uno de los de la historia de la manzanilla). Mientras tanto, Capataz se abría paso con un plano arrugado y lleno de grasa de montadito. La hornacina no aparecía.
Al llegar arriba, tras media hora de gemidos, sudor y blasfemias en voz baja, encontraron algo. No oro. Un arcón viejo con una inscripción que decía: “Propiedad del Ministerio de Cultura. No tocar.” Dentro: dos abanicos, una peineta de plástico y un vale para una entrada gratuita al Alcázar. Caducado.
El Padrino, frustrado, gritó:
—¡Nos han dado el palo del siglo!
Y Don Caracol, con voz de revelación:
—Tío… ¿y si el oro eran los amigos que hicimos por el camino?

Silencio. Luego uno vomitó. Otro lloró. Y bajaron de la Giralda con la dignidad de quien ha intentado robar a los Reyes Católicos y se ha llevado una peineta.
Nadie los pilló. A día de hoy, aún caminan por Sevilla. A veces, durante Semana Santa, algunos aseguran haber visto a cinco nazarenos raros que suben la Giralda con aire de decepción.
¿Y el oro?
Dicen que está allí aún.
Otros, que ya se lo llevó otro grupo disfrazado de costaleros en 1998.
Pero si ves a un nazareno comiendo caracoles en una esquina y con la mirada perdida, no le preguntes nada.
Probablemente… fue uno de ellos.
¿Quieres saber más?
Sigue leyendo en SecretosDeSevilla.com
Aquí no inventamos nada, o sí...
Únete a nuestro canal de Facebook y te avisamos de las siguientes leyendas.

