Hacienda Su Eminencia: El Palacete "perdido"
La Hacienda de Su Eminencia, ubicada en Palmete junto a la autovía de SE-30 y rodeada por un parque, es un verdadero tesoro escondido que merece ser descubierto. Su historia está íntimamente ligada al Cardenal Solís, quien le dio su nombre y la transformó a mediados del siglo XVIII en un espectacular palacete de recreo. Este lugar, además de dar nombre a la barriada y a la carretera, fue el refugio donde el Cardenal escapaba del bullicio de la ciudad. Aunque originalmente se trataba de una hacienda agrícola, destinada al cultivo de olivos y cítricos, el Cardenal la convirtió en una residencia señorial que combina la vida campestre con un toque de monumentalidad.
Lo que vemos hoy es fruto de esa transformación, probablemente diseñada por Pedro de Silva, Maestro Mayor de Obras del Arzobispado, o alguno de los arquitectos que trabajaban en la Catedral de Sevilla. Sin embargo, no hay documentos exactos que lo confirmen. Lo que sí sabemos es que los alarifes que trabajaban en la catedral participaron en su construcción, lo que asegura un nivel de detalle y calidad inigualable.
El Cardenal Solís invirtió tanto en esta propiedad que acabó arruinado, pero eso no impidió que dejara su huella en la historia de la Hacienda. Tras su muerte, la propiedad pasó al Cabildo Catedralicio y, con la Desamortización de Mendizábal, al Estado. En su etapa más reciente, la Hacienda fue arrendada a familias aristocráticas, como el Duque del Infantado, hasta que terminó en manos privadas. La última dueña fue la Marquesa de Tábara, quien vivió allí hasta su fallecimiento en 1992.
Este majestuoso edificio se organiza en dos plantas, con terrazas y miradores que ofrecían vistas espectaculares de la campiña sevillana. Sus muros, decorados con pilastras dóricas y jónicas, son imponentes, y la azotea, con barandillas de hierro, le da ese aire señorial tan característico. En la planta baja se encontraban los salones de recepción, las cocinas, despensas y una capilla. La escalera principal conducía a la planta noble, donde se encontraba la zona de representación y las habitaciones privadas.
Entre todas las estancias, destaca el gran salón de baile, un espacio solemne cubierto con una bóveda que se corona con un cupulín y linterna. Este salón, rodeado de arcos y con ventanas que abren el edificio hacia el campo, permitía disfrutar de la naturaleza circundante y del jardín que aún conserva palmeras y naranjos.
La hacienda no era solo un lugar de retiro y placer. Junto a la edificación principal estaban las dependencias agrícolas, como las viviendas para los trabajadores, almacenes, caballerizas y gallineros, todo rodeado por un muro con un imponente portalón de madera decorado con el escudo del Cardenal.
Originalmente, esta hacienda surgió en el siglo XIV como un gran espacio dedicado al cultivo de olivos y cítricos, con más de 100 áreas que se extendían hasta lugares como la Hacienda de Amate y el Puente de la Piedra. Fue sede de la Fundación Forja XXI hasta que quebró.
La Hacienda de Su Eminencia, declarada Bien de Interés Cultural (BIC), sigue siendo un recordatorio ,aunque cada vez más olvidado, del encanto de la Sevilla de antaño, esperando que su historia sea redescubierta por quienes quieran perderse en sus secretos.
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