
Susona, la judía que traicionó por amor y colgó su cráneo en la puerta
Cuando el amor se mezcla con política, religión y puñales… la cosa no acaba en boda.
En el corazón del barrio de Santa Cruz, entre callejones donde la historia respira (y a veces gime), vive una leyenda que parece sacada de una tragedia griega con toques sevillanos: la historia de Susona Ben Susón, la joven judía que traicionó a su propio pueblo por amor. Y lo pagó, como no, con una calavera decorativa.
Un amor prohibido y un secreto demasiado grande
Corría el siglo XV y la ciudad de Sevilla hervía en tensiones religiosas. La comunidad judía, oprimida y vigilada, se reunía en secreto. Entre ellos, Don Diego Ben Susón, un influyente comerciante que planeaba junto a otros líderes una revuelta contra los cristianos que los acosaban.
Todo muy confidencial. Todo muy conspirativo. Todo muy “no se lo cuentes a nadie”.
Claro, excepto a Susona, su hija, que estaba loquísima por un caballero cristiano. Y como en todo romance tóxico entre minorías perseguidas y la autoridad dominante, ella decidió contarle el secreto a su amor. ¿Resultado? Las autoridades desmantelaron la revuelta y ejecutaron a los implicados. O sea: su propio padre y sus colegas.
No es exactamente la forma más eficaz de ganarte el cariño familiar.
El arrepentimiento y la calavera en la puerta

Devastada por lo que hizo, Susona se retiró del mundo y vivió como ermitaña. Años después, en su testamento, pidió que, al morir, su cabeza fuese colgada en la puerta de su casa, como castigo eterno a su traición. Porque al parecer los psicólogos aún no habían inventado la terapia ni las metáforas.
La calavera estuvo allí durante siglos, convirtiéndose en símbolo, en advertencia, y en atracción turística antes de que el término existiera. Hoy en día, en la Calle Susona, puedes ver una placa conmemorativa, aunque la calavera física ya no decora la fachada (gracias, normativas urbanísticas).
¿Qué aprendemos de Susona?
Que el amor puede ser más peligroso que una conspiración política. Que las decisiones de medianoche suelen tener consecuencias de siglos. Y que Sevilla no olvida, especialmente si puede clavar una leyenda en una pared.
¿Te atreves a caminar por la calle donde colgó su propio cráneo? O mejor: ¿a confiarle un secreto a tu crush? Tú sabrás.